NOTICIAS DE MI RODILLA, por Mateo Serrano Escolar
Todo empezó hace poco más de un
mes, cuando la rodilla izquierda dio en cloquear cual trócola maltrecha al
encaminarme yo a uno de mis dos partidos de fútbol semanales o al de tenis que
tengo por en medio.
Mi médico de cabecera, y buen
amigo, Antonio García Valverde, sabedor de mi inveterada aprensión e
hipocondría, me despachó de la siguiente guisa:
-Eso es artrosis. –no dijo “va a ser”, pues como médico de
urgencias ha desarrollado un certero ojo clínico, puntería diagnóstica que yo
he podido comprobar en los muchos años que nos conocemos- Yo lo que hago es que
mando dos pastillas a partir de los sesenta años. Mientras tanto hay que
aguantar.
-Pero entonces, -balbuceé yo- ¿ya no puedo seguir jugando al
fútbol?
-Qué va; al contrario, cuando más deporte hagas mejor,
porque así provocas la secreción de más líquido sinovial, con lo cual lubricas
mejor el juego de la rodilla.
-¡Ahhhh!
Seguí
jugando, fiel a mi contumaz inconsciencia, a pesar de que la rodilla cada vez
me dolía más, pues jugaba los jueves con La Fuente y los viernes con Mula, y a modo de postre
un partido de tenis los lunes.
-¡Buuuuuurro! –Exclamó el buen Antonio al saberlo, cual si
se tratara del grito veterano de los Misi, Salva el Confite júnior, el otro
Agustín (Fernández júnior), etcétera- Eso es sobrecarga muscular. Dos partidos
seguidos no los juega ni Mesi. Y tú tienes 54 años.
Hay
ocasiones en las que me quedo sin palabras. Esta fue una de tantas.
Al
persistir las molestias, aunque tras el reposo deportivo de mi viaje a Asturias
en comedio de agosto mejoró la sobrecarga, y porque mi mente melindrosa no
dejaba de darle vueltas al tema de la rodilla, me fui al primer traumatólogo
que me pudo atender.
Clínica San José de Alcantarilla, el Dr. Peñas tiene más aspecto de leñador
ucraniano que de médico murciano. Al practicarme cierta maniobra rutinaria
consistente es sujetar la rodilla con una mano fuerte y velluda mientras te
retuerce el pie con la otra, se percibe un chasquido especial y siento un dolor
punzante en el lado interno de la rodilla izquierda.
-¡Ayyyyyyyyy!
-El ruido por sí mismo no indica patología, pero el dolor me
dice que puedes tener roto el menisco.
-¡Veeeenga Hombreeeee! –rebuzno yo, pues se me pegan con
mucha facilidad las tontunas de los chiquillos en la escuela y de los zagales en los veteranos; en mi casa
ya están hartos de este sonsonete que me han contagiado los Misi, Confite júnior,
Fernández júnior, etcétera, etcétera.
-Te vas a hacer una resonancia magnética y me la traes.
-Oiga, que esta tarde tengo partido de tenis, ¿puedo jugar?
-Pregúntale a tu rodilla.
Y con esta
misteriosa respuesta me despachó el tío. Mi mujer con sonrisa de Gioconda y yo
cayendo en la cuenta de que llevaba cincuenta años sin un campo de fútbol en La Fuente y oyendo hablar de
la infinidad de futbolistas que se han roto el menisco y este era el día en que
aún no sabía a ciencia cierta qué cogno era eso del menisco, por qué se rompía,
qué arreglo tenía.
En estas cábalas e incertidumbres
declaré ante mi mujer que antes me dejaba el fútbol que meterme en un
quirófano, mientras salía de la remozada clínica san José. María Encarna,
licenciada en mis arrebatos y proclamas en caliente me pinchó con una respuesta
silenciosa consistente en esbozar una ligerísima sonrisa burlona.
-Acuérdate de lo que pasó en mayo de 2010. –aduje yo
envalentonado- Me bajé de la mesa de operaciones con tal de que no me pusieran
tornillos en el pie.
-Acuérdate tú de cuando te rompiste el codo en mil pedazos
hace doce años. –retrucó ella con seriedad de Esfinge griega- Te los tuvieron
que recomponer con alambres y clavos.
Ante esa
réplica no puede seguir porfiando. Pero al llegar a Mula interrogué a mi
rodilla y a las 21 horas en la pista azulada de tenis me presenté ante el
Sánchez, el corajudo deportista que jugó el primer jueves que los veteranos nos
desplazamos a Mula. La rodilla, con chasquidos sigilosos y clugidos sonoros, me
avisó de que no forzara, de que llevase cuidado, pero el ego, más fuerte y
cabezón, no quiso resignarse a una derrota que acarreaba burla y escarnio, pues
este Sánchez, como buen muleño, gusta de hacer mofas y befas a los perdedores.
Mañana, Tomorrow (recuérdese la canción de Los Ángeles,
gran éxito en el verano de 1965) iré a que me hagan la resonancia, y lo que
tenga que sonar resonará.





